San Antonio María Claret

Biografía

blahclick for detailsAntonio Claret nació en Sallent, España, el 23 de diciembre de 1807. Fue el quinto hijo de Juan Claret y Josefa Clará, familia de tejedores profundamente creyentes.

Desde pequeño respiró el ambiente cristiano de su hogar. En la escuela a temprana edad, se distinguió en el estudio y la piedad. Una idea recurrente asaltaba sus primeros años: La eternidad. El “siempre, siempre, siempre....” . Dios le habló desde esos momentos preparándolo para su futura y gran misión.

Cuando joven, puso sus manos y su genio creador en su trabajo de fabricación textil, destacando muy pronto en esta tarea. Enviado por su padre a la ciudad de Barcelona se perfeccionó en el arte de los diseños y confección de telares. Experimentó a la vez la traición y la desilusión de algunos afectos humanos, situaciones que lo confrontaron con la realidad del hombre que se aleja de Dios.

En el mejor momento de su carrera como fabricante y diseñador textil, entusiasmado por sus logros y requerido por las más famosas empresas  de textilería de la gran ciudad, a punto de convertirse en un próspero y brillante industrial, siente el llamado de Dios al escuchar en su interior las frases de Jesús en el Evangelio: “¿De qué  le vale al hombre ganar el mundo entero si se pierde a sí mismo?...” Antonio, de generoso corazón, dejó todo para entregar su vida al servicio del Evangelio.

El fuego del amor de Dios, prendido en el corazón de Antonio desde la más tierna edad lo impulsa a la evangelización incansable de los pueblos. Quiere que todo el mundo conozca, ame, alabe y sirva a Dios y que a todos los hombres, sin distinción de razas ni edad, les llegue la Buena Noticia de la Salvación.

Los 63 años de su vida fueron densos e intensos. Claret tuvo una personalidad fuerte, enérgica, independiente y activa. Sólo así se explica su vida, llena de contrastes y creatividad.

Como fruto maduro de su predicación apostólica, después de ocho años de incansable acción evangelizadora por los caminos y pueblos de Cataluña, el 16 de julio de 1849 tomó la decisión de fundar la CONGREGACION DE MISIONEROS HIJOS DEL INMACULADO CORAZON DE MARÍA, Misioneros Claretianos, bajo la protección de María Santísima, su Madre, su Maestra, su Directora, su Todo después de Jesús, como él la llamaba.

 A pocas semanas de este hecho, le llegó desde Madrid el nombramiento de Arzobispo de Santiago de Cuba, decisión que acepto con humilde disposición.  Después de seis años en esta arquidiócesis, que fue transformada a su paso, se le llamó a Madrid para ser el Confesor de la Reina Isabel II.

En la revolución de setiembre de 1868 tuvo que exiliarse en Francia, viviendo seis meses en París. Viajó a Roma para participar del Concilio Vaticano I, donde defendió vigorosamente la Infalibilidad del Papa. Agobiado por la persecución, aún en el exilio, murió en la Abadía del Cister de Fontfroide cerca de Narbona, el 24 de octubre de 1870.

Claret marcó su tiempo por su amor a Dios como Padre, por su imitación de Cristo como evangelizador itinerante, por su devoción a la Virgen bajo el símbolo central de su Corazón, por su identificación con los profetas de Israel frente al mal, por su amor al pueblo llano, al pobre, al esclavo, al marginado; por su amor a la Iglesia.

Como expresa el dicho latino: “In tempore brevi explevit multa”, en poco tiempo realizó muchas cosas. Y es esto lo que nos ha dejado: su espíritu, su espiritualidad, su estilo profético y sus obras. Debemos conocer y buscar la riqueza espiritual y apostólica de San Antonio María Claret, para que sirva de reflexión e inspiración a quienes tenemos la gracia de estar en contacto con esta alma privilegiada: sacerdotes, religiosos, padres de familia, educadores, jóvenes, niños, niñas y comunidad toda.

 

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Para la vida Cristina

  • blahclick for detailsEl cristiano en gracia es un hijo de Dios, un hermano de Jesucristo y un templo del Espíritu Santo; hijo de María Santísima y heredero del cielo; tiene a los santos por amigos y por ayuda a los ángeles. 
  • Así como para la vida corporal se requieren tres cosas: sol, pan y respiración, así también para la vida espiritual, se requiere el sol espiritual, que es la divina palabra; el pan espiritual que es la Eucaristía, y la respiración espiritual que es la oración.
  • Hagamos las cosas como quien sirve a Jesucristo, y no a los hombres, y de esa manera las haremos bien, con un buen modo y con buena gracia. Y cuando el prójimo nos haga a nosotros algún servicio, también hemos de mirar en él a Jesucristo. 
  • Sé apóstol entre los tuyos con el buen ejemplo, con la oración, con las palabras y obras si tienes ocasión.
  • La caridad es la reina de las virtudes; es como el sol entre los astros, es como el oro entre los metales, es la que da vida a todas las virtudes; pero si la caridad falta, todo falta, nada sirve, como dice el Apóstol.
  • Ánimo y confianza en los Sagrados Corazones de Jesús y María. Las borrascas y los huracanes no duran siempre; después de ellos viene la tranquilidad.
  • Debemos imitar a Jesús sufriendo, callando y orando por los mismos que nos persiguen y calumnian.  
    (... Cuando hayas de manifestar tu parecer, hazlo con modestia y dulzura, con deseo de que triunfe la verdad y nunca por salir con la tuya, ni por el prurito de que se cumplan tus antojos; muy al contrario, si la conciencia lo permite, prefiere acomodarte al parecer de otros antes que porfiar, pues esto es de gran provecho espiritual...)
  • Con humildad agradeceréis a Dios y con mansedumbre al prójimo, con la humildad alcanzaréis de Dios las gracias que necesitáis para desempeñar bien el santo misterio y con mansedumbre os ganaréis de tal manera los corazones, de modo que los fieles os amarán, os obedecerán y se salvarán por vuestra mansedumbre. Por eso vemos que cuando Jesús nos dice que imitemos de Él esas dos virtudes, pone primero la mansedumbre y luego la humildad. Es la mansedumbre la virtud que más ha de ejercitar el sacerdote y todo hombre que haya de dirigir a los demás.
  • Tendrás particular cuidado de todo cuanto digas y hagas, de mirar por el bien de tus feligreses, manifestándoles el deseo que tienes de su bien espiritual y temporal, y cuánto sientes sus trabajos, mientras procuras su socorro; así los ganarás de tal suerte que te mirarán como su estimado padre y vigilante pastor; y serás tan dueño de su corazón, que les merecerás toda su confianza; muy al contrario te saldrá, si te portas de otra manera.
  • La felicidad está sólo en Dios; y sólo en Dios debe buscarla quien por ella suspire.
    La lectura más piadosa que podemos tener es la del Santo Evangelio. Lo hemos de medit
  • r y conformar nuestra conducta con la regla de la moralidad que en él nos da Jesucristo. Allí está la verdad limpia de todo error.
  • El misionero apostólico debe ser un dechado de todas las virtudes. A imitación de Jesucristo, ha de empezar por hacer y practicar, y después enseñar.

 

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Para la Niñez

  • blahclick for detailsPara los niños, la educación del corazón, no es menos importante que la instrucción del espíritu.
  • Grande empresa es formar y educar un niño para la vida humana, para la sociedad y para la religión, pero mucho más grande negocio es formar a un niño para la sublime dignidad sacerdotal.
  • En los niños sólo hay el trabajo de plantar y en los adultos de arrancar y de plantar.
  • Con los niños se conquistan los grandes, y con los hijos a los padres, porque los hijos son pedazos del corazón de los padres.
  • Tres cosas principales se han de mirar en el niño: virtud hermanada con devoción, talento, disposición para las ciencias y firmeza de carácter en llevar adelante las cosas que se le manden sin disgusto alguno, antes bien, con alegría hasta el fin.

 

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Para la Familia

  • blahclick for detailsLa familia es como una huerta, en la que las buenas plantas se han de sembrar y las malas hierbas arrancar; así debes arrancar aquellas malas hierbas de soberbia, odio, venganza, vanidad, impureza y otros vicios que naturalmente veas nacer en tu familia y con tu ejemplo enséñales las virtudes opuestas a tales vicios.

  • Deben procurar los padres no estar airados cuando corrigen a sus hijos, y a veces vale más disimular algunos defectos, cuando éstos no son de trascendencia, que hacer como aquellos padres imprudentes e insufribles, que siempre están con el grito en el cielo y el palo levantado.

  • Creedme, padres, no hagáis tanto ruido con las palabras; hablad con el ejemplo, y vuestra moción será mucho más eficaz.

  • Hay madres que no pueden sufrir que sus hijos corran, salten, brinquen y griten. Esto es pretender un imposible, es impedir su desarrollo, es quizá causarle la muerte. La madre bien instruida dará lugar a que su hijo tenga momentos en que pueda correr, saltar y brincar; debe vigilar para que su hijo no se haga daño, ni moleste a los demás. 

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Para la Educación

  • blahclick for detailsEl niño está en manos de su madre como el barro está en manos del alfarero,  que puede hacer de él un vaso de honor o deshonor; y así como el barro se ha de elaborar mientras está tierno, porque endurecido no se amolda a la figura que quiere dársele, igualmente la madre ha de educar a su hijo desde sus primeros días, pues si espera hacerlo cuando grande, no podrá conseguirlo aún con los mayores esfuerzos.

  • Tan cierto es que un niño conservado en la inocencia por una buena educación es a los ojos de Dios un tesoro más precioso que todos los reinos del mundo.

  • No se aprende menos orando que estudiando.

  • Son los libros la comida del alma, y a la manera que si al cuerpo hambriento le dan comida sana y provechosa le nutrirá y si es ponzoñosa le perjudicará. Así es la lectura, la que si es de libros buenos y oportunos a la persona y a las circunstancias propias le nutrirá y aprovechará mucho, pero si es de libros malos le corromperán las creencias.

    Quiero amaros, Dios mío, con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas; desde hoy os consagro todos mis pensamientos, deseos, palabras, acciones, mi cuerpo, mi alma, mis bienes, cuanto poseo y poseer pueda, y estoy resuelto a no usar cuanto está en mi poder, sino para vuestra honra y gloria, conforme a vuestra santísima voluntad.

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